Desapego

Recuerdo muy bien las Navidades de mi infancia. Recuerdo el anhelo de mis regalos, los que usualmente eran los mejores del año. Un año esperé con todas las ganas que “Santa” me trajera el Nintendo. ¿Se recuerdan Uds. del NES? Pues ese era mi regalo tan anhelado. Luego otro año que me trajera juegos para ese NES, y luego otro año mi equipo de sonido con CDs. Sí, eso era ser niño anhelante de la “Navidad”. Ya cuando no era tan niño, mi anhelo era que mi papá viniera a verme y dejarme su regalo. Pero esa es otra historia…

Lo menciono porque cuando crecemos y pasamos la etapa de los “regalos” nos damos cuenta que en realidad el “regalo” son las manos que lo dan. O sea, quien nos hace el regalo realmente evidencia que ha pensado en uno y se ha tomado la molestia de buscar algo que nos agrade. Es decir, ha invertido tiempo en uno. Eso, es realmente invaluable. Pero también me hace pensar en el materialismo que eso implica. La comercialización de la Navidad de la que tanto escuchamos. Lo que me lleva a hablarles del desapego.

Creo que si vivimos bien el concepto de desapego, de desprendimiento, viviremos una Navidad mejor. Porque si las cosas materiales no nos ahogan, nos obsesionan o incluso, nos dominan viviremos no solo un mejor cristianismo sino también una vida más plena. Y es que aquí viene a jugar algo que se ha denominado “la ironía” del cristiano. Porque vivir desapegado, desprendido, incluso despreciando los bienes, teniendo menos llegamos a tener más. A ver si me explico mejor.

El corazón humano tiende a buscar desmedidamente los bienes de la tierra: si no hay lucha positiva por andar desprendido de las cosas, se puede afirmar que el hombre, más o menos conscientemente, ha puesto su fin aquí abajo. Y el cristiano no debe olvidar nunca que camina hacia Dios. El amor a la riqueza desaloja, con firmeza, el amor al Señor: no es posible que Dios pueda habitar en un corazón que ya está lleno de otro amor.

La pobreza que nos pide a todos el Señor no es suciedad, ni miseria, ni dejadez, ni pereza. Estas cosas no son virtud. Para aprender a vivir el desprendimiento de los bienes, en medio de esta ola de materialismo que parece envolver a la humanidad, hemos de mirar a nuestro Modelo. La pobreza que ha de vivir el cristiano ha de ser una pobreza real, ligada al trabajo, a la limpieza, al cuidado de la casa, de los instrumentos de trabajo, a la ayuda a los demás, a la sobriedad de vida.

Por eso estos días de Navidad, donde recordamos el Nacimiento del Señor, nos haría bien arreglar la habitación, el armario, el auto o donde quiera que guardes cachivaches y veas realmente qué usas, qué te sirve o qué tienes solo por superfluo o sentimentalismos. Sácalo y dónalo a aquel que lo necesita más que tú. O dónale tu tiempo, que al final de cuentas es lo más valioso.

¡Feliz y Santa Navidad!

*Con información del «Hablar con Dios» meditación 23 de didiembre.