Viernes Santo 2021: Pasará una y otra vez.

Me piden más consejos espirituales de los que realmente puedo dar. Entiendo por qué sucede: no escondo mi cristianismo en público y trato de ser coherente, como todos. Y como todos, pocas veces lo logro al cien. Pero la Historia está llena de tipos contemplativos que dedicaron mucho más tiempo a tratar de comprender la fe que a vivirla fielmente. Como ellos, soy un recipiente defectuoso para lo único que me llena. Conozco la historia de la religión, partes de ella al menos, pero la vida cristiana es tan misteriosa para mí como cualquiera.

Pero si me piden que ayude, lo intentaré. Así que hoy en el día que conmemoramos nuestra redención aquí uso estas líneas en las que dejo el mejor consejo espiritual que tengo, aprendido a través de mi poca experiencia, no del estudio.

Pasa aproximadamente una hora entre la segunda vez que Pedro niega conocer a Jesús y la tercera y última vez. Debe haberse sentido como una eternidad, sentarse allí a la luz del fuego de la noche, abrumado por el miedo y la incertidumbre. Hubo tiempo para pensar. Tal vez Pedro pensó en alguna forma de detener todo este proceso, esta cosa que estaba por suceder. Conociendo un poco su carácter impetuoso, ese había sido su primer instinto. Quizás hasta pensó en huir. Tal vez pensó en la siguiente pregunta que vendría y en lo que diría. Quizás trató de armarse de valor para afirmar su amistad con Cristo, pase lo que pase. Quizás tenía las palabras exactas en mente.

Y tal vez él sabía para entonces, después de esas dos primeras negaciones, que la probabilidad de que encontrara la fortaleza para hacerlo a la tercera era bastante baja. Jesús se lo había dicho hace algunas horas ya de todos modos.

El tipo nunca debió haber conocido una hora más larga. La esperanza es una espina en el costado de la duda, no una cosa con plumas que se posa en el alma. Duele. Y al final de todo, él -y tú también- fracasa. Pedro niega a Cristo de nuevo. El gallo canta y Jesús mira a Pedro, porque aunque Pedro ha negado a Jesús, Jesús no lo ha negado. Sus oportunidades aún no se han agotado.

La mayoría de nosotros, a quienes Agustín llamó los non-valde-boni, los no muy buenos, vivimos toda nuestra vida en el espacio de esa hora. Esperamos. Intentamos. Probablemente fallaremos. Sucederá una y otra vez. Los cristianos más identificables en la literatura no son sujetos de hagiografías, sino del tipo de historias moralmente ambiguas que, al final, equivalen a lo que llamamos una vida. La idea, y espero no pecar de presuntuoso, es ser el tipo que se arrepiente solo una vez más de lo que apostata.

En una era en la que las soluciones se juzgan por su eficiencia, puede ser difícil aceptar que así es como la Gracia actúa sobre las criaturas caídas: como una espiral, dando vueltas a tu alrededor una y otra vez mientras repites los mismos errores, acercándose cada vez más a tu corazón cuanto más la busques. No es que la gracia sea ineficaz, sino que somos, siendo lo que somos, vasos imperfectos para ella. El milagro es que funciona de todos modos.