La pornografía y la maldición de la libertad sexual total

Reproduzco a continuación, un artículo del Obispo Auxiliar de Los Angeles, Estados Unidos, Monseñor Robert Barron, donde habla acerca de uno de los flagelo más dañinos actualmente en la juventud: la pornografía. Sé que hay muchas personas que sufren con este mal, por lo que me atreví a traducir lo que el Obispo Barron tiene que decir al respecto.


El número más reciente de la revista Time cuenta con un artículo fascinante y profundamente preocupante sobre la prevalencia de la pornografía en nuestra cultura. El enfoque de la pieza es en la generación de los jóvenes que ahora entran a la mayoría de edad, que es la primera generación que creció con acceso ilimitado a la pornografía “hardcore” en Internet. Las estadísticas en este aspecto son absolutamente sorprendentes. La mayoría de los hombres jóvenes comienzan a usar pornografía a la edad de once años; hay aproximadamente 107 millones de visitas mensuales a los sitios web para adultos solo en los Estados Unidos; se pierden doce millones de horas al día viendo porno a nivel mundial en el sitio para adultos Pornhub de vídeos; 40% de los niños en Gran Bretaña dicen que regularmente consumen pornografía, y así sucesivamente.

Toda esta visualización sin sentido de pornografía ha producido, muchos dicen, un ejército de hombres jóvenes que son incapaces de actividad sexual normal y satisfactoria con seres humanos reales. Muchos veinteañeros testifican que cuando tienen la oportunidad de tener relaciones sexuales con sus esposas o novias, no pueden llevarlas a cabo. Y en la inmensa mayoría de los casos, esto no es un problema fisiológico, que se demuestra por el hecho de que todavía pueden excitarse fácilmente por las imágenes que se encuentran en una pantalla de computadora. La triste verdad es que para estos jóvenes, la estimulación sexual no está asociada con seres de carne y hueso, pero con las brillantes imágenes de personas físicamente perfectas en la realidad virtual. Por otra parte, ya que inician tan jóvenes, se han visto obligados, a medida que crecen, a obtener pornografía cada vez más extraña y violenta con el fin de conseguir la emoción que desean. Y esto a su vez hace que sean incapaces de encontrar el sexo convencional, no exótico siquiera vagamente interesante.

Este estado de cosas ha llevado a varios hombres de la generación afectada a crear iniciativas para arrancar a sus contemporáneos de la maldición de la pornografía. Siguiendo el ejemplo de los diversos programas contra adicciones, han formado de grupos de apoyo, hablan acerca de los peligros de la pornografía, abogan por las restricciones a sitios web para adultos, buscan que los adictos entren en contacto con patrocinadores que los reten y mantengan firmes, etc. Y todo ello, me parece, está muy bien. Pero lo que realmente me llamó la atención en el artículo de Time es que ni el autor ni nadie que él entrevistó hace referencia en algún momento acerca de la pornografía como algo moralmente objetable. Al parecer, ha llamado la atención de la cultura ¡sólo porque ha dado lugar a la disfunción eréctil! La Iglesia Católica, de hecho toda la sociedad decente hasta hace unos cuarenta años atrás, ve la pornografía ante todo, como una violación ética, una profunda distorsión de la sexualidad humana, una objetivación desmesurada de las personas que nunca deben ser tomadas como algo menos que sujetos. Que esta distorsión ética resulte en una miríada de problemas, tanto físicos como psicológicos, no hay ni que decirlo, pero la convicción católica es que esas consecuencias secundarias no serán abordadas adecuadamente a menos que el problema subyacente sea tratado.

Es precisamente en este punto donde nos encontramos con un bloqueo cultural. Aunque las teorías psicológicas de Freud han sido desacreditadas en gran medida, un supuesto fundamental del freudismo sigue siendo una piedra angular absoluta de nuestra cultura. Me refiero a la convicción de que la mayor parte de nuestro sufrimiento psicológico es consecuencia de la supresión de nuestros deseos sexuales. Esta línea de argumento dique, que una vez hemos sido liberados de los viejos tabúes respecto al sexo, superaremos las neurosis y psicosis que tanto nos acosan. Lo que antes era la peculiar filosofía de un psiquiatra vienés llegó a florecer en la década de 1960, al menos en Occidente, y luego se abrió camino en prácticamente todos los rincones de la cultura. ¿Cuántas veces hemos escuchado alguna versión de este argumento? “Mientras que no le hagas daño a nadie, se te debe permitir hacer lo que quieras en el ámbito sexual”. Lo que el artículo de Time menciona en lo que respecta a la cuestión específica de la pornografía, de hecho, salta a la vista desde hace bastante tiempo: Freud estaba equivocado. La libertad sexual completa no nos ha hecho psicológicamente más saludables, sino todo lo contrario. Ha enfermado profundamente nuestra sociedad. La valorización de la libertad sin restricciones en cuanto al sexo, precisamente porque también es moralmente corrupta, psicológicamente es debilitante también.

Mientras que Freud, a la manera de la mayoría de los pensadores modernos, valora la libertad sobre todo, la Iglesia valora el amor, es decir, querer el bien del otro. Al igual que los modernos tienden a reducir todo a la libertad, la Iglesia reduce todo al amor, con lo cual quiero decir, que pone todas las cosas en relación con el amor. El sexo es, en la lectura bíblica, bueno de verdad, pero su bondad es una función de su subordinación a la demanda de amor. Cuando se pierde ese amarre – como sucede necesariamente cuando la libertad es reverenciada como el supremo valor – se convierte en algo distinto de lo que está destinado a ser. Las leyes que rigen el comportamiento sexual, que freudianamente se puede leer sólo como «tabúes» e invitaciones a la represión, son, de hecho, la forma en que se mantiene la relación entre el sexo y el amor. Y en el mantenimiento de esa relación depende nuestra salud psicológica e incluso física. Eso para mí es la lección más profunda del artículo de Time.


Original en: http://www.wordonfire.org/resources/article/porn-and-the-curse-of-total-sexual-freedom/5143/

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