Si no sirvo, no sirvo

Cada cuatro días hago turnos en un hospital nacional. Me gusta mi trabajo, creo que es algo fascinante. Aún no lo domino del todo; no sé si algún día lo haré. Pero me encanta poner lo poco que sé al servicio de alguien más.

Servicio… esa es la palabra clave.img_0220

Cada cuatro días en la noche a las 18:30 me tengo que esforzar en encontrar las fuerzas para ir a laborar. Y no me refiero a las ya sabidas carencias, sino a carencias humanas que poco a poco le pegan a uno. Hacemos las cosas para cumplir con requisitos, con expectativas, con órdenes de superiores, por miedo a que nos regañen… en fin por miles de razones que no son las adecuadas. La profesión es eminentemente de servicio, y si hacemos las cosas por alguna razón que no sea esa, no funciona. Y los que están a la par mía tampoco funcionan, y eso se va contagiando. Y no hablo de hacer las cosas a medias, también pasa, pero hacerlo bien hecho no es así si no lo hacemos con la intención adecuada.

Todos los días que uno trabaja debe tener claro por qué lo hacemos. Hacia dónde vamos, con quien vamos y qué buscamos. Hablo de la visión sobrenatural de las cosas, que hemos perdido. Hay más que este mundo. Debe haberlo porque si no lo hay, no se puede tolerar trabajar y trabajar. Debe haber una meta. Estoy seguro que la hay, porque en medio de los turnos más pesados, he encontrado consuelo. Divino Consuelo, seguro.

Por eso mi nuevo mantra de vida: “Si no sirvo, no sirvo”.