Consideraciones anestésicas – Cuarto Domingo de Adviento

«…se levantó María y se fue con prontitud» (Lucas 1, 38).

Con prontitud, a prisa, de una vez, sin dudarlo, con todo…

Las frases anteriores bien pueden ser sinónimos todos de lo mismo: lanzarse sobre un objetivo con todas las ganas posibles, y a veces, sin calcular mucho los riesgos que esto pueda llevar. Así como lanzarse a la piscina sin pensar mucho la temperatura del agua. Sin cálculos, sin análisis previo ni precauciones.

Vale la pena meditar en María, en su actuar al enterarse de una situación difícil: el embarazo de su prima de edad avanzada que vive algo lejos. Sin carro, sin Uber o similares. Tal vez consideraría pedir a algún familiar que fuera de camino cerca de la casa de Isabel que le dejara algo, como víveres o artículos de primera necesidad. O incluso se despojaría de los pocos centavos que poseyera en ese momento para mandárselos en encomienda. Todas estas opciones alguna vez las hemos practicado cuando se nos atraviesa alguna situación similar en la que podemos colaborar con el prójimo necesitado. Y ninguna de ellas es mala idea. Son las opciones cautelosas y prudentes que en nuestros tiempos podemos tomar. Podemos caer en el error de pensar que Ella, siendo la depositaria de todo lo mejor de nuestra humanidad, optaría por la opción más «sabia» y «prudente».

Pero no: Ella deja todo de lado y «con prontitud» se dejó llevar allá donde su vocación le llama.

Así actuó la Santísima Virgen María, el solitario alarde de nuestra naturaleza caída, la llena de Gracia porque SABÍA cual era su vocación y dónde era su rol. Qué parte jugaba ella en la historia de la salvación (el Teo-drama como dice el Obispo Robert Barron) y como lo tenía que desempeñar.

Porque cuando uno descubre su vocación, se lanza sobre ella con todas las ganas, porque la vocación REAL implica el conocimiento Y realización de la Voluntad Divina. Es ahí donde toda la prudencia se va al traste, y el abandono en la Divina Providencia debe ser total.

Entonces, en esta Navidad 2018: AL AGUA PATOS.

 

¿Qué tiene que ver la muerte con la Navidad? Todo

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Por Sor Theresa Aletheia Noble – originalmente publicada AQUI.

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¡Despierta, oh hombre! No habrías vuelto a la vida si Él no hubiera venido a morir tu muerte.

Si aprendiéramos sobre la Navidad a través de películas y centros comerciales, no se trataría de mucho más que la voz de Mariah Carey, el chocolate caliente, el brillo de los copos de nieve y las parejas que se besan mientras patinan sobre hielo. Todas esas cosas están bien, pero no son Navidad. La Navidad tampoco es el brillo superficial y el comercialismo vacío que irrumpe en las tiendas y en las pantallas de julio a diciembre.

Entonces, si la Navidad no se trata de estas cosas, ¿de qué se trata?

La Navidad es sobre la muerte.

Algunos rechazarán estas palabras, pero la Navidad es más que escenas acogedoras de pesebres. La Navidad es una celebración del Dios que se humilló a sí mismo hasta el punto de haber nacido humano, en la pobreza y en una cueva, el Hijo de Dios destinado no para honores y riquezas terrenales, sino para morir por nosotros. Jesús fue puesto sobre la madera de un pesebre que anunciaba la madera de la Cruz.

Por supuesto, nos gustaría separar al bebé de la Cruz porque la Cruz complica nuestra complacencia. Pero este Niño Dios no nació en un vacío. Todo el contexto de su identidad y vida es lo que hace que su nacimiento sea digno de celebración.

Jesús nació para salvarnos. Nació para morir para salvarnos.

El nacimiento de Cristo anuncia su muerte, pero la Navidad también puede relacionarse más directamente con la muerte de Cristo. Algunos estudiosos argumentan que la fecha real de la Navidad se estableció en relación directa con la muerte de Cristo. En su libro «El espíritu de la liturgia», el entonces cardenal Ratzinger explora las teorías que ubican la muerte de Cristo el 25 de marzo. Dado que también se pensaba que Jesús fue concebido y muerto el mismo día, se cree que esta fue la razón La Navidad se fijó nueve meses después. Conectar la concepción de Jesús con la Navidad tiene sentido. Pero para la mente cristiana antigua y medieval, la concepción y el nacimiento de Cristo estaban ligados inextricablemente a su muerte.

La muerte de Jesús está envuelta en cada aspecto de la Historia de la Salvación. Los escritos de los Padres de la Iglesia reflejan esta antigua comprensión cristiana que puede borrarse fácilmente de nuestras mentes y fiestas:

  • San Ireneo escribió que el Niño Jesús recibió la mirra como ofrenda «porque fue Él quien debería morir y ser enterrado por la raza humana mortal».
  • San Agustín nos advierte: “¡Despierta, oh hombre, fue para ti que Dios se hizo hombre! La muerte eterna te hubiera esperado si no hubiera nacido a tiempo. No habrías vuelto a la vida si Él no hubiera venido a morir tu muerte. Habrías perecido si él no hubiera venido.
  • En una homilía navideña, San León Magno se regocija: “Nuestro Salvador, Muy amado, nació hoy: alegrémonos. Porque como nuestro Señor, destructor del pecado y la muerte, no encuentra a nadie libre de culpa, así que viene a liberar a todos «.

Las celebraciones de Navidad están llenas de vida solo porque nuestra Vida vino a salvarnos de la muerte a través de la muerte. La vida tomó vida humana para que él muriera por nosotros. ¡Qué feliz ocasión!

¿Qué podemos hacer para renovar esta comprensión de la relación de la Navidad con la muerte de Cristo? Podemos comenzar evitando la Navidad sentimentalizada y despojándola de la Cruz. También podemos recordar nuestras propias muertes. La muerte podría venir por nosotros en cualquier momento. Cualquiera que esté de duelo por la pérdida repentina de un ser querido en la Navidad, conoce esta realidad terrible y esperanzadora. La muerte también podría venir para cualquiera de nosotros de forma repentina y rápida. Adviento y Navidad es un momento para recordar y prepararse para el día en que nos encontraremos con Jesús.

El recuerdo de la muerte, tanto de Jesús como la nuestra, es una parte integral de la Navidad. Esta no es una noticia mórbida o triste, son buenas noticias, ¡muy buenas noticias!

Sor Theresa Aletheia Noble, fsp es la autora de «Remember Your Death: Memento Mori Journal» (disponible ahora)  y «Remember Your Death: Memento Mori Lenten Devotional» (disponible para pre-ordenar).

Consideraciones anestésicas – Tercer domingo de Adviento

«…no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias». (Lucas 3, 16)

Cuando una persona está al servicio del Señor (catequista, evangelizador, sacerdotes, obispos) Él manifiesta su Espíritu Santo y si esta persona se deja, hace cosas maravillosas porque es instrumento en las manos del Señor. Es Él quien actúa a través de las personas que se dejan guiar y llevar por Su Mano poderosa.

Lo repito: ES EL quien hace las cosas maravillosas que aparentemente son nuestras.

Y es que nuestra naturaleza caída a veces nos lleva a pensar que son las personas las que realizan los prodigios que son obra de Dios. Peor aún es cuando esas personas elegidas por Dios se adjudican a sí lo que solo al Señor corresponde. ¿Han visto lo que sucede cuando deificamos a nuestro sacerdote favorito? Es necesario que haya hombres de Dios en las primera planas de nuestras sociedades, pero es IMPERIOSO rezar por ellos porque el hombre es débil y su vanidad demanda que le honren. Solo en Cristo está nuestra victoria no con el hombre.

Esa es mi alegría hoy (Domingo de Gaudete): saber que yo no soy digno ni siquiera de desatarle las correas a las sandalias a Aquel que bautiza con agua y fuego. Mi propia naturaleza, mi pecado, mis errores me alejan del Sancta sanctorum.  Pero es Él con su diestra poderosa quien me limpia y me permite no solo desatar sus correas, sino comerlo en la santa Comunión. Un «poderoso salvador» como exclama Sofonías en la primera lectura nos hace dignos de Él por su misma Gracia. Es en Él donde encontramos «la paz de Dios, que supera todo conocimiento» a la que san Pablo se refiere. Con eso, es imposible no estar alegres. Ese es el secreto del Domingo de Gaudete.

Pero mañana ya es lunes, y la naturaleza caída puede volver a tomar protagonismo. Solo con oración sabremos recordar lo que nos deja este domingo: GAUDETE.

«Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres». (Filipenes 4, 4)

Consideraciones anestésicas – Segundo Domingo de Adviento

«Y todos verán la salvación de Dios». (Lucas 3, 6)

Las promesas de la Sagrada Escrituras no se van a dejar de cumplir. Absolutamente todo lo que está ahí escrito, o ya pasó, o se va a cumplir. No tengan duda. Todos veremos la salvación de Dios. En algún momento, en un punto de nuestro caminar en la tierra la veremos. Cada quien desde su existencia, en su experiencia personal va a ver la Gloria del Altísimo y no habrá media tinta: o le adoramos o le huimos.

Les ha de pasar, como a mi, que tienen amigos ateos o de repente agnósticos. Católicos descarriados o simplemente no practicantes. Uno que otro ferozmente anti cristiano, detesta todo lo que respecta a la religión. De repente Uds. tienen a alguno militante en grupos anti religiosos, o por lo menos bastante vocal en su desprecio. Hoy en día abundan, lamentablemente. Y estas personas son gente que queremos, que son amigos de años a quienes les corresponde un lugar en el corazón. Y es que sin importar como sean, los cristianos amamos a nuestros amigos. ¿Como no?

Por eso la frase del Evangelio dominical que escogí me llenó de esperanza: de alguna manera, seguramente ni se me ocurre cuál, el Señor se manifestará a cada uno de mis amigos y le mostrará su salvación. Él se encargará que no quede duda en el corazón de nuestro amigo/a acerca de la Verdad, el Camino y la Vida (Juan 14, 6). La Revelación personal que Jesús realizará en la vida de mi amiga/o será conmovedora y estremecedora.

Pero ojo: puede que Jesús nos use a los que sí queremos seguirle como instrumento para su manifestación ante nuestro amigo/a. Y eso nos debe llevar a vivir una vida consecuentemente cristiana. Tu vida puede ser todo el Evangelio que tu amiga/o va a escuchar en su vida, «a causa de la colaboración que habéis prestado al Evangelio, desde el primer día hasta hoy (Filipenses 1, 5)».  ¡Qué importante entonces se hace vivir bien tu vida!

También está la otra cara de la moneda: Dios no obliga a nadie y puede que la manifestación que tu amigo/a vea sea la misma Parusía pero si él/ella simplemente NO quiere… tiemblo de pensar en ese escenario. ¡Mucha oración entonces! Así llevaremos a todos nuestros amigos al cielo.

«Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno. Lleva a todas las almas al cielo especialmente las que más necesitan de tu misericordia”. 

Consideraciones anestésicas – Primer Domingo de Adviento

Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes (Lucas 21, 34).

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Imagen referencial: Corona de Adviento

Excesos: todo lo que en el mundo hay es bueno, porque Dios lo ha creado o ha permitido su existencia. Lo malo viene de tener (o querer) demasiado de algo. Mucho descanso, así como mucho ejercicio, es malo para el cuerpo. Mucha comida, como también poca, daña el organismo. El exceso nos lleva a desconectarnos de nuestro alrededor.

Embriaguez: claro que la referencia al alcohol es obvia. Pero no solo nos embriagamos de eso. Puede ser del placer, del «sentir rico», de la comida, de las tablets, del PlayStation, de Amazon o de YouTube. Embriagado de algo nos desensibiliza de la realidad.

Preocupaciones: ¿cómo voy a hacerle para pagar la renta? ¿Dónde voy a encontrar quien me compre mi carro? ¿Será que consigo novio/a o me quedo «forever alone»? ¿Qué haré cuando suceda lo que tiene que suceder? ¿Cómo voy a reaccionar ante una situación dada? La preocupación mal sana nos lleva a elevar legítimas dudas o problemas en cadenas que nos quitan la vida poco a poco.

Hoy, el Señor nos dice que si ponemos toda nuestra atención en estos tres aspectos (de por sí no pecaminosos) puede que no nos percatemos del Día del Señor. Ese día cuando Él venga a nosotros.

¿El fin del mundo? No. ¿Cuando muramos? Tampoco.

Hablo del día a día cuando Jesús viene a nosotros en el necesitado, en el amigo que busca consuelo, en el caballero que ha perdido su trabajo y necesita ayuda, en la dama que perdió a su hijo y no quiere más vivir, en el patojo que no sabe por qué tiene la «infección en la sangre» por la que toma pastillas que lo hacen sentir mal, en la viejecita de la esquina que pide unas monedas, esperando que hoy sea el día en que logre comer algo.

También estar ensimismados en «nuestras» cosas podemos pasar por ordinario el milagro más grande: la Eucaristía. Si mis excesos, embriagueces y preocupaciones dominan mi vida, seguro ir a misa será tedioso y pesado; MÁS si es domingo temprano, MÁS si es domingo de convivio de diciembre y MÁS si juega mi equipo favorito.

Adviento nos invita a desapegarnos de esas tres cosas para que seamos libres de esperar a quien nos llena por completo. ¡No desaprovechemos este tiempo especial!

«¡Sí, volveré pronto!». ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús! (Apocalipsis 22, 20)